Cap VI: la práctica de poner atención
Hola tú,
Son las 9:11 de la mañana cuando abro los ojos y miro al reloj. Salgo despacio, directo a calentar agua para hacer el café. Es domingo y el cielo aún no se decide entre sí pintarse de gris o de azul. Lleno la french press con el agua caliente y espero algunos minutos antes de bajar la tapa. Inmediatamente, el apartamento entero se cubre del olor a cafecito y mañanas de invierno. Sirvo en mi taza verde, regreso al cuarto, me acurruco entre las sábanas y abro el libro que está tocando la puerta de la inspiración.
The Creative Act: A Way of Being de Rick Rubin, un libro sobre la creatividad y la vida de un artista:
To live as an artist is a way of being in the world. A way of perceiving. A practice of paying attention. Refining our sensitivity to tune in to the more subtle notes. Looking for what draws us in and what pushes us away. Noticing what feeling tones arise and where they lead.
En español,
La vida de artista es una forma de estar en el mundo. Una forma de percibir. Una práctica de prestar atención. Refinar nuestra sensibilidad para sintonizarnos con las notas más sutiles. Buscando lo que nos atrae y lo que nos aleja. Notar qué tonos emocionales surgen y hacia dónde conducen.
Utiliza esa idea en el centro y de ella elabora las demás, argumentando que todas las personas somos artistas, creadoras. Porque el arte no se limita a colores en un canva o interpretaciones en un escenario. Está en cómo creas procesos, diseñas rutinas, unes palabras y formas oraciones, ideas, reflexiones. Está en cómo nutres relaciones, cuestionas narrativas, describes el color del cielo. Es una práctica, la de estar presente y con los ojos abiertos a la vida que transitas.
Los minutos y las horas pasan, cierro el libro, me quedo con las ideas y, en nada, estoy fuera en dirección a un reencuentro. Como siempre, me detengo unos segundos y miro al cielo. Es una pequeña rutina (o promesa) que tengo conmigo misma: ver hacia arriba y nunca dejar de maravillarme.
Algunos pasos después, se me viene una oración a la cabeza que, días atrás, en alguna de las caminatas de la semana, escribí en mis notas del celular: ‘si estás dispuesta a vivir tu vida con los ojos abiertos, comenzarás a observar.’ Estar más en sintonía con lo que está pasando a tu alrededor.
Llego al café de la Calle de la Palma y allí está Romina esperándome, con los brazos abiertos para un abrazo después de meses sin vernos. Empiezan las preguntas y las historias, hablar de nuestros pilares y de lo que sabemos es importante. De esos reencuentros de los que sales recargada, de esas amistades que suman y multiplican.
Después de unos shakshuka, risas y genuinos ‘me alegra verte tan bien’, nos despedimos y la Romi me recuerda la idea de las amistades cactus:
‘A las amigas cactus no las ves todos los días, incluso puedes pasar tiempo sin quedar con ellas, pero cuando lo haces, la amistad permanece intacta, es como si nada hubiese cambiado. Entienden que hay momentos en la vida en los que no puedes regarlas todos los días, de hecho no lo necesitan, y a ellas también les pasa contigo. Lo importante es saber y demostrar que estás a una llamada de distancia.’ (@LaVecinaRubia)
Vuelvo a salir a la calle y el cielo, decidido, se pinta de un azul más azul. Camino sonriente, llego a la plaza de Alonso Martínez y me siento en una banca. A mi izquierda, una pareja disfruta del sol y la historia en un libro. A mi derecha, una señora de edad mayor lee el periódico. Más adelante, grupos de amigos y familias disfrutan de unos manolitos mientras ríen y se recargan de la energía del domingo. Respiro, observo, absorbo, escribo.
Hace poco, en esos espacios de tiempo en el día en que se te cruzan ideas, pensé en que no viviré por siempre en Madrid. Esa idea o recordatorio de que es mi casa por temporada. Y, aunque aún no sé qué tanto querré que dure, la certeza que es finita, de repente, me sacudió. Toda decisión que tomas involucra que renuncies a otra. Vivir hoy aquí es renunciar a estar cerca de mi familia. Vivir cerca de mi familia es renunciar a la libertad e independencia que regala Madrid.
Sacudo la idea de mi cabeza y regreso a los pasos hasta llegar a la calle de Serrano. Mis primos me esperan y sus abrazos, más. Estar cerca de ellos es sentir los rayitos de sol adentro. Una de mis primas nos da flores amarillas, amar-y-ya. Paseamos, nos ponemos al día y siempre, sin falta, risas por todos lados. Paramos en una terraza arriba de la Puerta de Alcalá y brindamos con cañas y micheladas por la dicha de pasar el domingo y esta temporada de vida, juntos. Hacer el tiempo de estar y dejarnos recargar por eso que solo la familia puede darte.
Y allí, en esos ratitos que parecen tan mundanos y ordinarios, la sumatoria de ideas de las últimas semanas se entrelazan: vivir la vida con intención, prestar atención, abrir los ojos; recordar que las experiencias son finitas, abrazar a los que están, dejar que la creatividad salga a bailar, re-conectar con quienes hacen tanto bien.
Tomar la vida a sorbitos, aprender a saborearla y a escoger más ratitos en los que [te]dices: ‘vida, ¡te quiero!’
Gracias por compartir este pedacito de domingo conmigo.
Que tengas más domingos de recarga y más de esos momentos en los que las ideas te hacen click.
Espero que tu domingo sea bonito y lleno de cosas que te sumen.
Un abrazo inmenso,
Anikaos <3