Me levanto con rayos de luz intentando colarse entre los huecos de la persiana y con la certeza que hoy será el día que regreso a escribirte. Sonrío inmediatamente, esa sonrisa que nace desde muy adentro, de tu centro, donde el sentimiento de ‘aquí es’ habita. Abrazo la ilusión que me visita mientras hago los quehaceres del domingo: aspirar, trapear, doblar ropa; terminar mi cuarto libro del año y reír a carcajada suelta con los vídeos testigos de una noche de karaoke, familia y risas algunas horas antes. En mis airpods retumba el playlist ‘españa mi amor’ con Fito y Fitipaldis cantándome: él camina despacito que las prisas no son buenas…
Horas después estoy saliendo de mi esquinita de Madrid con la misma certeza y la sonrisa aún más grande. El cielo está azul, ese azul que te invita a sonreírle y salir a pasear. En la calle Almirante paso por el mejor capuchino de la ciudad, East Crema no tiene comparación, y unos diez minutos después, estoy entrando en las puertas de mi oasis.
En una ciudad llena de bares que invitan, edificios románticos que hipnotizan y calles con demasiadas posibilidades, he llegado a encontrar mi oasis. He escrito de él antes, el espacio en Madrid con puertas de hierro que apuntan al cielo y árboles que bailan con el viento y se visten con el color de la temporada. Lo visito cuantas veces puedo, sin importar mi ánimo o la compañía. Es el espacio en donde el aire se siente más liviano y, por ende, yo también. Me ha acompañado en distintos bailes, inicios, atardeceres y finales. Y hoy, será testigo de nuestro reencuentro.
Escojo un espacio entre lo verde, extiendo mi manta, zapatos fuera y empiezo:
¡¡Hola, hola!! Han pasado 6 meses desde que te escribí un capítulo y casi 3, desde que tomé una pausa de publicar en Kaos - pelos de punta por lo rápido que pasa el tiempo. Le he dado muchas vueltas a cómo regresar, de qué manera dejar que las letras te cuenten la historia detrás. Y, como casi siempre sucede, la respuesta no llega de golpe, sino por medio de momentos que decido verlos como señales: una conversación en un karaoke, un mensaje en Slack, lágrimas en la madrugada de un domingo, una mañana de meditación guiada, la constancia de las estrellas en el kaos de mi vida. La suma de todas las coincidencias, conexiones y señales me lo dicen tan claro como el amanecer en un día de primavera, y susurran: empieza donde lo dejaste.
Cambios de estación y despedidas:
Septiembre - Regresa de uno de sus viajes favoritos – una semana por Italia celebrando 24 años de vida con ella misma de compañía. Parece que vuela, una alegría que no había sentido antes recorriendo su cuerpo. En el último día de su viaje, mientras escribía a la orilla del agua en Venecia, se dijo que estaba lista para abrir de nuevo su corazón. La noche siguiente, en un bar con demasiada gente y el calor de un verano que resiste su final, ocurre algo que le moverá el piso, una conexión que por un momento llegará a confundir con amor - pero poco después entendería que era una gran lección.
Octubre - Los colores de otoño empiezan a teñir los árboles de la ciudad que invita y siempre abraza. Es un mes largo, casi como el último Enero. Pasa muchas tardes caminando entre los senderos de su oasis, intentando dar todas las vueltas posibles para que la pieza del rompecabezas encaje otra vez. Y, de la misma manera que el tequila, la realidad le pega de golpe: la pieza ya no pertenecía. Durante esas semanas de entretiempo entendió que la vida está compuesta por ciclos. Se abren nuevos, se cierran viejos; a cada inicio lo acompaña el pinchazo de una despedida. Y así vio que el verdadero poder está en la capacidad de permitirse cuestionar, cambiar, volver a empezar.
En el penúltimo día de aquel mes lleno de emociones contradictorias y puntos finales desprevenidos, renunció a su trabajo en Honest Greens, se despidió de ese casi-algo y aceptó una oferta a un nuevo reto profesional. Todo en cuestión de 24 horas. Para ahora ya es experta en saber que las personas, al igual que las oportunidades, llegan con una misión y se van cuando la cumplen. Muchas veces intentamos aferrarnos a aquello que ya debe irse, aunque en el centro, donde el sentimiento de ‘aquí es’ habita, sabemos que la despedida es cuestión de tiempo.
Hay muchas cosas que podría decir aquí: el detrás de la decisión de dejar Honest, el peso de culpa hacia los sueños, el miedo a fallar y equivocarse, los amores no correspondidos y sus efectos secundarios, y lo solitaria que puedes llegarte a sentir cuando estás en un ciclo de grandes decisiones. Serán historias para los siguientes capítulos, casi igual de detallados como cuando sucedieron. Lo que resalta: renunciar y dejar ir permitió volver a escuchar la pieza encajando, la rueda de un nuevo ciclo iniciando.
El entretiempo y un abrazo
Noviembre - El onceavo mes fue agridulce. Inició con sabor amargo gracias a los efectos secundarios de las despedidas y acomodar nuevos cambios. El día diecisiete le dijeron adiós con galletas, discursos y muchos abrazos. A los tres días, subió a un avión con destino a uno de los viajes que más le han marcado la vida y la relación con su mamá. El sabor se volvió dulce.
Durante tres semanas, Kenia y Tanzania le robaron el corazón y prometieron llenarlo de vida. Fue un momento de conexión: con la naturaleza, su mamá y ella misma. El despertador era el sol, acompañado de pinceladas de todos los colores del arcoíris; días enteros en jeep navegando los escenarios de la sabana africana. Cuando le dejas, la naturaleza puede darte el mejor de los abrazos.
Las noches de cielos estrellados y los desayunos con concierto de vida en el fondo fueron testigos de su realización: necesitaba estabilizar el barco que durante el dos mil veintidós había estado navegando en mareas inciertas y oleajes constantes. Más que un viaje, un regalo. En África conectó con su esencia, la razón primordial por la que siempre ha sido amante de los viajes: la ayudan a regresar a ella. Y al hacerlo, entendió que tener hambre por evolucionar no es un defecto sino una virtud de reconocer que estás hecho para tanto más que la comodidad.
Diciembre - Después de un año de cambios, subidas y bajadas, coincidencias y despedidas, comienzos y finales, el doceavo mes llegó con el regalo de la estabilidad(ish). En el cuarto día, dijo en voz alta que iba a tomar una pausa de Kaos. Dejaría de compartir hacia afuera lo que debía interiorizar más que nunca. A la decisión la acompañó la bajada de temperatura y un Madrid brillante por las luces de Navidad. Empezó un nuevo trabajo, una aventura que sería más de lo que pudo haber imaginado, recordando una vez más el poder de confiar en lo que dice tu centro. Fue el mismo mes en el que volvió a ver a su familia después de doce meses y en el que dijo adiós al año que más la ayudó a crecer y a entender-se.
Cambios de estación y de perspectiva
Enero - El paso de un año al siguiente se siente como una oportunidad, un volver a empezar. Dejar ir lo que se sintió cargado, hacer más espacio a eso que te sostuvo. Una llamada para hacer nuevos acuerdos contigo, poner en papel las promesas que llevas años queriendo cumplir y que, en estos próximos doce meses, te juras finalmente alcanzar.
Aprender a bucear, correr una carrera, leer y escribir más. Hacer más preguntas, entender mejor la historia, observar realidades distintas a la mía. Pasar el verano cerca del mar, saborear la vida en todas sus etapas, aprender a soltar. Aceptar cuando te tienes que alejar y poner límites a personas que te hacen mal. Escuchar mejor, estar más presente, entender que todos tenemos una historia detrás. Abrazar a quienes te hacen brillar y enfrentarte a los miedos que te están impidiendo volar. Adoptar nuevos retos y reconocer que solo así se aprende, se crece, se cambia, se entiende - te expandes.
Febrero - Eran las siete de la tarde cuando se acercó al café, escogió una esquina, sacó su cuaderno azul y empezó a escribir. Segundos más tarde la hoja tenía más de quince títulos de posibles capítulos: El Ciclo del Pez, Atravesé el Desierto Para Huir, Un Café con la Melancolía, 20.000 Especies de Abejas, Una Noche de Terror en París, No Hablo Su Idioma, Hasta Entonces, Loro Desplumado, Amor en Tiempos de Guerra… Las ideas no paraban y las ganas solo crecían. Sabía, podía sentirlo, el inicio de un nuevo libro, un nuevo ciclo.
Durante estos meses, se sostuvo sobre distintos pilares: horas de lectura, sesiones de escritura, salidas a bailar y noches de cantar a todo pulmón; endorfinas en las clases de box y la paz de respirar en las de yoga; abrazos que sanan y conversaciones que abrazan. Cafés, vinos, voicenotes y carcajadas con sus estrellas siempre con ella.
aniKaos - Te escribí un pequeño resumen de lo que pasó detrás del Kaos desde la última vez que te escribí. Lloré de la risa y del dolor de corazón; me despedí de muchas personas y conocí a tantas más que siguen marcándome la vida. Regresé a mi casa después de un año y me di cuenta que sigo eligiendo volar. Me sentí sola y más acompañada que nunca; sentí miedo y también mucha certeza. Fueron meses con sentimientos que parecían contradictorios pero en realidad fueron complementarios.
Durante las próximas semanas, te iré contando las historias con más detalle, siempre desde lo que mis ojos ven y mi corazón siente. Recurrí mucho a mí y me ayudó a ver distintas perspectivas, muchas de las que seguro compartiré contigo. Fue un momento para reflexionar en lo que ha sido y en lo que quiero que sea. Y de recargar las ganas de estar aquí y ¡¡dejar que este kaos de la vida siga haciendo su magia!!
Gracias por estar aquí, por leerme y por inspirarme a escribir a pesar del miedo.
Con todo mi cariño,
aniKaos
P.D. Por que han pasado muchos meses, me encantaría escuchar de ti y que me cuentes qué te gustaría leer más aquí. Siempre un honor poder leerte, kaos.ft.balance@gmail.com <3
Wow wow wow
Y sigue el viaje… vuela mas alto Kaos!!!
Que siga fluyendo la vida…